sábado, 11 de octubre de 2008

El hombre como el oso

El hombre, como el oso, cuanto más peludo... menos folla

    Tengo un colega que es muy peludo. Vamos, que Coco a su lado es un
metrosexual. Pero es que además, parece que de pequeño se cayó en la
marmita de Propecia, y para su desgracia, sacó la cabeza para
respirar. Tiene el tío más frente que Alemania en la Segunda Guerra
Mundial. Vamos, un desastre, uno de esos tipos que a ninguna chati le
apetece follarse ni con el chichi de otra.

    Al colega le llamamos el Gasolina, porque a los dos les pasa lo
mismo: cada vez más cara. Y es que tiene pelo más que suficiente, pero
donde no toca. Excepto en la cabeza, le mires donde le mires, levantas
la ropa y se le ve el pelo. En el único sitio donde no se le ve el
pelo es en la universidad, que el tío se fuma todas las clases.

    Es que lo ves y te da toda la sensación de que es un hombre lobo
que en las noches de Luna llena se convierte... al calvinismo. El tío
es calvo, calvo, con los ojos saltones. Seguro que más de uno este
verano, al verlo al borde de la piscina, ha cumplido alguna promesa
pensando que las ranas habían criado pelo por fin.

    Pero al Gasolina esto le viene de antiguo. Ya cuando hizo la
primera comunión el cura le tiró la hostia desde 2 metros como si
fuera un frisbee, porque no estaba seguro de que no mordiera. Y es que
ya estaba escarmentado... era el mismo que le dio la comunión a
Paquirrín. Aunque sufrir de peludismo no siempre fue una desventaja:
por ejemplo, cuando cambiaron la ley se libró de hacer la mili por los
pelos.

    Le acomplejaba mucho tener la espalda como si se le hubiera
acostado una camada de gatitos, así que pensó hacer algo al respecto y
fue a preguntar en el salón de belleza más barato del barrio. Aunque
en su caso lo más indicado hubiera sido pasarle una cortadora de
césped, le propusieron la depilación láser. Pero no a golpe de sable
como si estuviera Luke Skywalker abriéndose paso en la jungla, sino
con una maquinita americana último modelo que quemaba los pelos de
raíz.

    Al parecer, lo mejor era que se rapara previamente y se pusiera
crema anestésica. Cuarenta y siete maquinillas después, descubrió el
verdadero significado del blanco nuclear, y es que le había llegado
menos luz del Sol a la piel que al suelo de la selva amazónica. Se
empezó a dar paletadas de crema en la espalda hasta que se la dejó tan
dormida, que estaba perfectamente preparado para asistir a la cena de
empresa de Navidad y aguantar estoicamente todas las puñaladas en la
espalda. Seguidamente, para mantener la crema de camino a la clínica,
se cubrió la espalda con film transparente que parecía que se había
caído en la máquina de precintar maletas del aeropuerto.

    El salón de belleza era para verlo. Entra en esos baños el
mayordomo del algodón que no engaña y pide la baja por depresión.
Incluso se rumorea que tras pasar por allí, Don Limpio se dejó el pelo
largo para pasar al anonimato. Al fondo había una habitación cerrada
de la que salía mucha luz por las rendijas de la puerta. Era como en
esas escenas de películas de miedo en la que los espíritus de dentro
del armario hacen fotocopias sin bajar la tapa...

    Lo llevaron a la habitación, calzándole antes unas gafas modelo
Steve Wonder, a modo de protección... contra infartos, porque ver la
máquina pegando esos chispazos la verdad es que mucha confianza no
daba. El Gasolina tenía la sensación de que le habían vendado los ojos
para freírlo en la silla eléctrica. Pero lo peor es que tras los
primeros disparos de la máquina, lo que era sensación se iba
convirtiendo en absoluta certeza. Efectivamente, lo que le estaban
haciendo en la espalda era un calvario.

    Nadie podría negar que el Gasolina era un hombre de pelo en pecho,
pero se le caían lágrimas como fundas de violonchelo. Tras 20 minutos
de alaridos y pataleos no pudo aguantar hasta el final y se marchó.
Sin duda, la clínica no había tenido presupuesto para comprarle a los
americanos la mejor máquina del mercado, pero había que admitir que si
no era el último grito, eso era porque el Gasolina se había retirado a
tiempo.

    Obviamente no se dio más sesiones, así que se puede decir que el
Gasolina malgastó bastantes euros, pero se ahorró un montón de dolores
americanos... La verdad es que no le salió del todo mal la jugada: es
innegable que ahora resulta más atractivo para las damas... para jugar
a las damas, porque se le ha quedado la espalda como un tablero de
ajedrez. Y es que ya se sabe que el hombre, como el oso, cuanto más
feo... menos folla.

    Nos vemos en los bares,

El infame equipo de SetaLoca

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